jueves, 16 de junio de 2011

Poema

Coloquio de flauta y viento

Luna de cantos mojados,
pulida de viento y alba.
Calles de esquinas desnudas.
Casas de ciegas ventanas.

En una esquina sin nadie,
el viento encontró a la flauta;
sobre el agua de la música
se le murieron las alas
y se vistió de colores
como un país en un mapa.
Por las aceras desiertas
iban el viento y la flauta.
Como el viento estaba herido,
la música lo llevaba.
Iban buscando los ojos
de los niños qué soñaban
para lamerlos de azul
con su caricia delgada.
Con la frescura del canto
los hombres se despertaban
y se dormían de nuevo,
entre el sonido y el alba.
Quebró su junco la música;
el viento giró buscándola.
Quedó la calle ceñuda
como una mala palabra.
Gallos batieron las alas
para que el canto volara.
En la cubierta del día
se deshojaron campanas.



La cabra 

La cabra suelta en el huerto
andaba comiendo albahaca.
Toronjil comió después
y después tallos de malva.
Era blanca como un queso,
como la luna era blanca.
Cansada de comer hierbas,
se puso a comer retamas.
Nadie la vio sino Dios.
Mi corazón la miraba.
Ella seguía comiendo
flores y ramas de salvia.
Se puso a balar después,
bajo la clara mañana.
Su balido era en el aire
un agua que no mojaba.
Se fue por el campo fresco,
camino de la montaña.
Se perfumaba de malvas
el viento, cuando balaba.







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